MANIFESTACIÓN: SOLIDARIDAD CON LAS REVOLUCIONES EN LOS PÁISES ÁRABES. DOMINGO 20 MARZO-12H TRIUNFO.


MANIFESTACIÓN: SOLIDARIDAD CON LAS REVOLUCIONES EN LOS PÁISES ÁRABES. DOMINGO 20 MARZO-12H TRIUNFO. 

20 MARZO-12H-TRIUNFO: MANIFESTACIÓN EN SOLIDARIDAD CON LAS REVOLUCIONES DE LOS PAÍSES ÁRABES.


Comunicado Izquierda Anticapitalista Granada.



LAS REVOLUCIONES EN EL MUNDO ÁRABE NOS MUESTRAN EL CAMINO A SEGUIR.

Los acontecimientos de estos últimos meses acaecidos en países como Túnez o Egipto vuelven a poner en la escena política la actualidad de la revolución. Para toda una generación de militantes anticapitalistas y revolucionarios fraguados en las luchas de la segunda década de los 90, del movimiento altermundialización al no a la guerra de Iraq pasando por el movimiento antiLOU, es la primera vez que no sólo se habla de revoluciones pasadas sino también de revoluciones en curso. Un aire fresco en estos tiempos de crisis. Y es que los vientos de la revolución se extienden como la pólvora por el mundo árabe: Marruecos, Libia, Argelia o Barhein, a la vez que permiten demostrar, aquí, mediante la práctica que los verdaderos cambios son posibles cuando la mayoría de la sociedad irrumpe en la escena política.

Las grandes movilizaciones de los pueblos de Egipto y Túnez han logrado hacer caer a sus respectivos dictadores: Mubarak y Ben Ali. Aquello que parecía impensable hace apenas 6 meses se ha hecho hoy realidad. Esto no quiere decir que todo esté solucionado para esos pueblos. Todo lo contrario. Las revoluciones son procesos con sus altibajos. Pero del pueblo depende que no les usurpen su revolución. Los poderes del antiguo régimen lo están intentando. En primer lugar cambiando las caras pero manteniendo las instituciones. En Túnez, se iba Ben Ali pero permanecía Ghannouchi como primer ministro a la vez que no se depuraban las instituciones. Sin embargo el pueblo tunecino no se dejó engañar. Sabía perfectamente que ese primer ministro provenía del antiguo régimen y que no representaba un verdadero cambio. Siguió insistiendo en la calle y logró echarlo logrando el compromiso de una Asamblea Constituyente. Pero queda aún mucho camino por recorrer antes de que las reivindicaciones democráticas y sociales esenciales de las masas sean ampliamente satisfechas.

En Egipto, el ejército es el único centro de poder efectivo. Un ejército dividido entre los que detienen el poder fuerte, los oficiales-jefes de empresa, los amigos de los EEUU y los que nunca aceptaron la normalización con Israel ni el empobrecimiento de sus hermanos y de sus padres. Por ello mantiene hasta ahora una doble cara.
Todo proceso revolucionario anuncia una contrarevolución. Lo que queda del antiguo régimen está lejos de haber muerto. En los ministerios, en el ejército, en la policía secreta, en las empresas públicas, los caciques del antiguo régimen hacen sus cálculos para conservar lo que les queda de poder y de prebendas. Hacen todo lo que pueden para retrasar al máximo lo que supondría un paso más en contra de sus intereses: el cambio de Constitución, el final del estado de urgencia, la reforma del ministerio del Interior y de la policía secreta... Frente al pueblo que reclama justicia y cambio, éstos responden mandando el ejército reprimir las huelgas o las manifestaciones. Pero hasta ahora el pueblo resiste y sigue demoliendo los símbolos del régimen y de la represión. Hace apenas unos días el edifico de la seguridad general caía en manos de los manifestantes.

En Occidente, los diferentes gobiernos acechan y preparan la emboscada. Las consecuencias económicas y geoestratégicas pesan demasiado. Temen que aquellas revoluciones pongan en peligro sus intereses. Por poner un ejemplo, el paso de barcos de guerra Iraníes por el canal de Suez hace unas semanas, por primera vez desde decenios, ha causado el pavor de los EEUU y de su aliado Israelí. La posible intervención de la OTAN en Libia es una muestra de todo ello. Hay que oponerse a cualquier tipo de intervención exterior aunque ésta sea vendida como “ayuda humanitaria”. Sin embargo esto no quiere decir que haya que defender a dictadores como Gadafi que está aniquilando al pueblo Libio. En ese sentido no podemos dejar de oponernos a la defensa de Gadafi llevada a cabo por el presidente de Venezuela o de Nicaragua: Chavez y Ortega respectivamente. Llegando incluso Chavez a proponerse como mediador del “conflicto” Libio.

El desenlace de dichos procesos es a día de hoy impredecible. Los pueblos movilizados deberán para lograr llevar a cabo su revolución evitar las divisiones y crear nuevas estructuras organizativas que les permita federar todo el descontento, ser más eficaces y que pongan la cuestión del poder en el centro de su revolución.

Los pueblos del mundo árabe nos muestran aquí y ahora el camino a seguir. En el Estado Español también es necesario movilizarse por cuestiones democráticas y sociales. Con más de 5 millones de parados, con una reforma laboral que flexibiliza cada vez más el mercado laboral a la vez que facilita y abarata el despido, con un aumento de la edad de jubilación y una disminución real de nuestra pensión, con una distancia cada vez más grande entre la renta del trabajo y la renta del capital, con más de un 60% de mileuristas contra mil millones de euros de beneficios para las grandes empresas y bancos, se hace necesario una movilización general sostenida en el tiempo de todos los de abajo que imponga otro reparto de la riqueza.

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